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En Navidad, ¿felicidad y alegría?

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Felicitat per Nadal
21/12/2022

Estamos sometidos a la tiranía del pensamiento positivo. Libros como "Happycracia", de Edgar Cabañas y Eva Illouz, o “La vida real en tiempos de la felicidad”, de Marino Pérez y otros, lo demuestran. El mundo occidental está en un proceso de no aceptación de las emociones negativas. Los psicólogos las llamamos desagradables, ya que nos hacen estar mal, pero de ninguna manera son negativas, ya que son funcionales. Su función es adaptativa, nos ayudan a sobrevivir. Para poner un ejemplo muy claro, sin el miedo no estaríamos vivos, ya que es una emoción que nos ayuda a elaborar estrategias de afrontamiento ante el estímulo que nos la ha generado.

Por diversos motivos, el ser humano "civilizado" tiene dificultades para tolerar los efectos indeseables que las emociones comportan. No nos extenderemos en un tratado sobre las emociones, pero sí en este rechazo a vivir y expresar aquellas que nos generan malestar. Y lo hacemos en un momento especialmente sensible, como las próximas fiestas de Navidad. Navidad se ha convertido en un período en el cual tenemos que priorizar buenas intenciones y sentimientos. Se tiene que ser feliz y desear felicidad a todo el mundo. En unos días tenemos que concentrar la bondad y la alegría que no necesariamente sentimos. Es necesario añadir que, incluso para personas con tendencia depresiva, la Navidad puede ser una época de tristeza y nostalgia. Estos sentimientos se pueden ver agravados por costumbres como reunirse en familia, compartir canciones e intercambiar regalos, a parte de las comidas exquisitas. Es muy habitual que aquellos que tienen una actitud triste en la mesa o no comparte las risas sean mirados con lupa, hasta el punto de ser objeto de burla o de comentarios sobre su poca animación.

Ejercemos una presión sobre las emociones de los otros que no hacemos en otras situaciones. No podemos imponer que una persona esté triste o animada ante un hecho que a nosotros nos entristece o nos anima. ¿Es fin de año? Uno tiene que estar dispuesto a ser expansivo, reir y estar muy alegre. ¿Es Navidad? Tenemos que mostrarnos felices o nos acusan de amargar la fiesta a los demás... Y la guinda del pastel es cunado, además, todo el mundo presiona al supuesto infeliz diciéndole que todo depende de su actitud, que es él o ella quien se tiene que animar, aunque las cosas no le vayan miy bien o, simplemente, esté nostálgico o un poco triste porqué las fiestas le traen recuerdos o nostalgias familiares. Es necesario que nos examinemos como sociedad y comencemos a entender que lo que le estamos diciendo a aquella persona es como si a alguien que se ha fracturado la pierna le dijésemos que tiene que correr o caminar y que si no lo hace es porqué no quiere.  

Ejercicio de empatía para respetar las emociones de los demás

La COVID ha traído consecuencias muy negativas, pero alguna de positiva, como la mayor atención a la salud mental, o como mínimo, la visibilidad de la misma. Es importante, a veces, y si se puede, hacer un esfuerzo estos días para compartir buenos ratos y no dejarse llevar siempre por las emociones, ya que estas pueden reconducirse. Pero también es cierto que respetar las emociones ajenas, no juzgarlas ni invalidarlas, es el mayor ejercicio de empatía que se puede hacer.  

En Navidad, lógicamente, todos queremos estar bién. Desear que los otros también lo estén va implícito en las expresiones que usamos estos días: "buenas fiestas", "feliz Navidad", "feliz año nuevo", pero es tenemos que tener en cuenta que justamente son días en los cuales muchas personas se enfrentan a momentos difíciles o de soledad y lo que menos sienten es felicidad. Estamos acostumbrados a decir "bien" cuando nos preguntan como estamos y está mal visto admitir lo contrario. Es importante hacer un esfuerzo por los demás, pero también que estos respeten cómo nos sentimos en días especiales que posiblemente a algunas personas les traen recuerdos y vivencias que le generan trixteza. El pasado, en psicología, tiene sentido cuando lo llevamos al presente y eso, casi siempre, quiere decir llevar las emociones que un recuerdo suscita o que la comparación con un pasado mejor (o que nos parece mejor) nos proporciona. Como hemos dicho, en Occidente nos hemos convertido en expertos en creer y hacer creer que todo depende de nuestra actiud y que, por lo tanto, si estás triste en Navidad, es por tu culpa. Tenemos que huir de este imperativo, ya que al que se siente triste, incluso cuando supuestamente tiene que estar contento, se le hace una montaña entender y hacer entender que no se siente así.  

A pesar de todo, deseo una feliz Navidad a todo el mundo y que los reyes nos traigan capacidad de entender al otro. 

Tània Estapé Madinabeitia, psicóloga y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de Manresa
 

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