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HISTORIA | Ivana Seivane, graduada en Podologia

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20/12/2021

Cuando terminé el bachillerato, no sabía qué hacer. Lo que más me tiraba eran las Ciencias de la Salud, pero la selectividad me había ido bastante mal. En Galicia, donde vive mi familia, sin una buena nota, era imposible acceder a un grado de esta especialidad. Por eso, de entrada, me matriculé en Turismo en A Coruña, sin mucho convencimiento, hay que decirlo.

Aquel verano, una amiga mía me dijo que había sido admitida al grado en Podología en UManresa. Me hizo un poco de envidia: yo también tenía ganas de irme lejos de casa para estudiar. Entré en la web y vi que también hacían Enfermería. Dije a mis padres que quizás eso me gustaría más que el turismo. Mi madre, que es técnica ortopédica, me aconsejó que, si no lo tenía claro, lo mejor era que me matriculara en Podología. Por lo menos, tendría un lugar para trabajar en casa, a su lado.

Y empezaron las preguntas: "¿Podología? Pero, ¿te gustan los pies?". Entonces no sabía muy bien qué responder. De hecho, durante el primer curso, de pies, ves pocos. Todos los grados en Ciencias de la Salud se parecen, durante el primer año. A partir del segundo, sin embargo, la cosa cambia: entras de lleno en la profesión. La gente no se imagina la diversidad de facetas que tiene un podólogo: no sólo trata las enfermedades de la piel y la uña, de hecho es como un médico focalizado en la extremidad inferior: trata, receta, opera...

Además, en UManresa, los grupos de Podología son reducidos y el trato con el profesorado es muy individualizado. Aprendes un montón colaborando con ellos en la Clínica Universitaria, con pacientes reales.

Ahora soy estudiante de último curso y estoy muy contenta de haber optado por estudiar Podología. Es una profesión con mucho futuro, en crecimiento. Si quiero, sé que tengo un lugar en el negocio de mi madre, pero, de hecho, las opciones que se me plantean en estos momentos son múltiples.

Descubrí la Podología un poco por casualidad, fruto de una decisión precipitada, pero ahora sé que fue acertada. Después de cuatro años, la gente sigue pidiéndome: "Dios mío, ¿te gustan los pies?". Ahora, sin embargo, tengo clara la respuesta: "¿Los pies? No lo sé. ¿La Podología? ¡Me encanta!".

 

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