La diabetes es una enfermedad crónica que puede afectar de manera importante a los pies. Con el paso del tiempo, los niveles elevados de glucosa en sangre pueden provocar alteraciones en los nervios (neuropatía diabética) y en los vasos sanguíneos (angiopatía).
¿Qué le ocurre al pie de la persona con diabetes?
- Pérdida de sensibilidad (neuropatía): el paciente puede dejar de percibir el dolor, la presión o la temperatura. Esto hace que pequeñas heridas, quemaduras o ampollas pasen desapercibidas.
- Problemas circulatorios (angiopatía): la sangre llega con más dificultad a los tejidos, lo que retrasa la cicatrización de las heridas y favorece las infecciones y la necrosis.
- Cambios en la piel y las uñas: la piel puede volverse seca y más susceptible a infecciones por hongos o bacterias.
- Deformidades y alteraciones biomecánicas: los dedos en garra, el hallux valgus (juanete) o la presencia de puntos de presión pueden provocar callosidades o heridas por fricción con el calzado.
- Riesgo de úlceras e infecciones: cuando coinciden neuropatía y mala circulación, aumenta mucho el riesgo de úlceras, que pueden convertirse en complicaciones graves si no se atienden a tiempo.
Ante esta realidad, la figura del podólogo se vuelve esencial para la prevención, la detección precoz y el tratamiento de las complicaciones asociadas al pie diabético.
El podólogo forma parte del equipo multidisciplinar que trabaja por la salud de la persona con diabetes, junto con médicos, enfermeros y nutricionistas. Su intervención no solo trata problemas existentes, sino que previene complicaciones graves, reduce hospitalizaciones y ayuda a mantener la calidad de vida.
En concreto, su intervención se basa en:
- Detectar signos precoces de neuropatía o alteraciones vasculares.
- Prevenir lesiones mediante la educación del paciente en el cuidado e inspección del pie y la corrección de deformidades con tratamientos a medida.
- Tratar heridas o úlceras diabéticas con técnicas específicas y materiales seguros y personalizados.
Consejos básicos para cuidar los pies de las personas con diabetes
- Revisar los pies cada día, incluidas las plantas y entre los dedos.
- Lavar los pies diariamente con agua tibia y jabón neutro, y secarlos bien, sobre todo entre los dedos.
- Hidratar la piel con crema específica, pero evitar aplicarla entre los dedos para prevenir la humedad excesiva.
- Cortar las uñas rectas y sin arrinconar las esquinas, y no intentar eliminar callosidades uno mismo.
- Utilizar calzado cómodo y adecuado, con suficiente espacio para los dedos y sin costuras internas que puedan rozar.
- Evitar fuentes directas de calor (bolsas de agua caliente, estufas, etc.) para prevenir quemaduras sin darse cuenta.
Ante cualquier duda, es necesario consultar a un podólogo, que, además de contribuir a mejorar la calidad de vida y el bienestar de los pacientes, puede evitar complicaciones severas, como úlceras o amputaciones.
Yvonne Alonso Roca, podóloga, docente del grado en Podología de la Facultad de Ciencias de la Salud de Manresa y miembro del equipo profesional del servicio de Podología de la Clínica Universitaria.