Los primeros años de vida son una etapa clave para la construcción del bienestar emocional y del sentimiento de seguridad del niño.
En este período, sus necesidades van mucho más allá de la alimentación o el descanso: el afecto, el contacto y la presencia adulta son también necesidades vitales que sostienen su desarrollo.
Cada gesto cotidiano —una mirada, una palabra, un cuidado— puede convertirse en una experiencia educativa que nutre el vínculo y refuerza la confianza del niño en sí mismo y en el mundo que lo rodea.
Esta presencia consciente del adulto no solo influye en la relación directa con el niño, sino también en el clima emocional del grupo y en la relación con las familias.
Cuando escuela y familia caminan en sintonía, desde el respeto y la escucha, el niño percibe coherencia entre sus referentes y puede crecer con calma, seguridad y confianza.
Esta formación propone un espacio para detenernos, sentir y reflexionar sobre cómo establecemos estos vínculos —con los niños, con las familias y con nosotras mismas como educadoras—, para seguir construyendo escuelas infantiles y entornos de infancia que cuiden, sostengan y acompañen.
Objetivos
Objetivo general
Profundizar en la importancia de los vínculos de calidad como base del bienestar infantil y de la relación educativa, revisando la presencia adulta y los cuidados cotidianos como ejes de seguridad y confianza para niños y familias.
Objetivos específicos
Comprender la importancia del vínculo afectivo y de la presencia adulta en el desarrollo de los niños.
Revalorizar los cuidados cotidianos (alimentación, higiene, descanso, juego) como momentos educativos y de relación.
Reconocer el tacto, la voz y la comunicación no verbal como lenguajes que generan seguridad y confianza.
Promover vínculos de confianza con las familias desde la comunicación empática, la escucha y el respeto.
Revisar la propia presencia y actitud como profesionales que sostienen y acompañan con conciencia.
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